Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez en la tarde, aún más hermosas
sus flores se abrirán;
pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
Esas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate...
¡Así no te querrán!
Yo voy por un camino, ella por otro,
pero al pensar en nuestro mutuo amor
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?
.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?
.
Tú eras el Océano, y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén;
¡tenías que romperme o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!